20 de febrero de 2014

Platero, Platerillo, Platerete…..


Platero es pequeño, peludo, suave, tan blanco por fuera, que se diría todo de algodón, que no tiene huesos.

Este es el inicio del cuento “Platero y yo”, de Juan Ramón Jiménez. Recuerdo que cuando éramos pequeñas una de mis hermanas se sabía de memoria un buen trozo del primer capítulo y le gustaba recitarlo. ¡¡Vaya memoria!!




Platero era un burro pero si hubiese sido un caballo, habría sido como el de esta tarta (pestañazas y flor en la boca incluidas): es pequeño, suave, muy muy blanco y aunque no es de algodón… ¡es cierto que no tiene huesos! Lo malo es que recuerdo que mi hermana decía algo de un “trotecillo suave” (yo no tengo tan buena memoria como ella), y en eso sí que no vamos a poder competir con el Platero original por razones evidentes.





Nuestro Platerillo, llamémosle así, pero no el de la tarta sino el de carne y hueso, no solo trota sino que salta, corre y todo lo demás. ¿Y quién le dice lo que hacer?? Carmen. Nueve años. No sabéis que guapa está en las fotos montando a su caballito. Ya os conté en una entrada anterior el respeto que me causan los caballos así que si encima la jinete no llega a los diez años ni al metro cincuenta, tengo que hacerle la ola. Jejeje




Y eso que el otro día, haciendo memoria, me acordé de que mi abuelo tenía un caballo. Pero claro, se fue hace…. ¿siglos? Por eso casi no me acordaba…. Pero sí recuerdo una pequeña aventura con mis hermanas, mis primos y el caballito. ¡¡¡Pasamos un susto!!!  Qué tiempos aquellos jejejejjej. Ya os lo contaré otro día que vayamos con tiempo.




Hasta pronto.



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