Creo que puedo decir,
sin temor a equivocarme que esta tarta es la que más trabajo me ha dado en toda
la historia del blog.
Si todos los caballitos
que hice me hubieran salido bien, habría tenido suficientes para poner una
escuela de equitación. No os hacéis una idea. Con cada uno que hacía me sentía
más frustrada.
¡Encima con fondant
blanco, que es tan blandito! Ni siquiera echándole CMC pude conseguir que
aquello se mantuviera en pie con un mínimo de dignidad.
Al final, cuando rayaba
ya la desesperación, cambié el chip y en vez de un elegante corcel de tobillos
finos, pasamos a este simpático percherón de patitas gordas que encima salió un
poquito protestón y se negaba a seguir las órdenes de su entrenador, Ignacio, y
saltar la valla.
Hombre, más elegante
habría sido el caballito saltando la valla, que era la idea de partida, pero no
me negaréis que esta versión del caballo original (que en realidad es una yegua
de carreras super bonita) es muy graciosa.
Hasta pronto.
Muchísimas gracias! La tarta era super chula! Y riquísima! Gracias por el esfuerzo.
ResponderEliminarIgnacio
Gracias a ti. Ha sido un placer.
ResponderEliminarSaludos.